Escribí hace mucho, mucho tiempo una novela. Nada que ver con mis libros para niños. Otra cosa. De más enjundia, más ambición. La quise perfecta, como buen novato, y le dediqué muchos años, no menos de cinco. La quise intensa, intensísima y rehuí lo extenso: no llegó a las 200 páginas en papel. La trabajé y pulí, línea a línea, palabra a palabra, como un poseso. Al final del proceso, me encontró con algo diferente, raro, fascinante para mi… ¿Pero cómo la recibiría el exterior, esos desconocidos de ahí fuera, tu mismo…?
Tardé en obtener respuesta, si es que le he obtenido. Pasaron los años y no conseguí que editorial alguna se interesara por la novela y quisiera publicarlas. Los libros de niños, sí, me los seguían publicado. Pero la novela no hubo forma. ¿Tan mala era? Yo no lo creía. Ninguno de los pocos amigos a los que dejé leerla me insinuaron siquiera que lo fuera: todo lo contrario.
La no publicación es el peor fantasma del escritor, me temo. ¿Si no te publican, qué sentido tiene seguir escribiendo?
Temeroso de esa pregunta/maldición recuerdo que nada más acabar esa primera novela, me puse con una segunda. Más ambiciosa aún, con más pretensión aún de lograr-ya sé que está feo decirlo, pero creo que es lo que siempre hay que intentar- una obra maestra. Algo había aprendido y en ese segundo intento “solo” necesité dos años para acabarla. O, mejor, para darla por acabada.
Pero mientras tanto la segunda seguía inédita. Y lo siguió hasta que diez años después de escrita, casi por azar, me dio por enviarla a una editorial modestísima, cuyo editor (y plantilla en pleno) se entusiasmó con ella y hasta le dio el premio anual que entonces convocaba.
Se publicó, pero la editorial, ya digo, era más un empeño que una realidad y apenas tuvo distribución, más allá de mi propia provincia y alguna más de los alrededores. No sé si se llegaron a vender los mil ejemplares que el editor dijo haber impreso, puesto que nunca recibí liquidación (ni la pedí o quise, visto lo que vi, dije al editor que me pagase con ejemplares para regalar a las amistades).
Aún así, la precaria publicación algo me permitió intuir sobre lo que los otros veían en esa primera novela mía y siempre he querido darle una segunda oportunidad. El problema es que por el camino perdí la fe en las viejas editoriales de papel. Si solo después de diez años conseguí publicar mi primera tentativa literaria “seria”, la segunda, esa segunda novela que empecé inmediatamente después, sigue inédita y en un cajón… Desde hace ya… ¿14, 15 años?… Por ahí andará.
Por eso, tras mucho pensarlo,decidí tomarme en serio el siglo XXI, tan diferente en planteamientos editoriales.
Es solo una primera tentativa, más experimental que otra cosa, pero acabo de publicar enAmazón, en todas las tiendas Amazón del mundo, mi primera novela: EL BESO DEL TIEMPO. Y aunque seguramente no venda cifras significativas, puesto que la tecnología está aún verde y son pocos los que a mi alrededor tienen un Kindle, el dispositivo para el que se hace esa publicación, planeo publicar ahí, por primera, vez la novela que escribí después.
Y si vuelvo a hallar la fuerza que me hizo perder la no publicación de ambas en su momento, ahí o en otros formatos de ebook iré publicando lo que pueda escribir después.
Algunos tardamos en asimilarlo más de un década, pero el siglo XX es historia. Y en algunos aspectos, no la mejor.